Terremotos: Proponemos un Plan de Emergencias homologado y actualizado con frecuencia

@vichecervantes Vicente Cervantes 13.12.2018

En los últimos días, se han sucedido varios terremotos en Totana, Bullas y Lorca. En Totana, en concreto fue a las 20:18 del pasado lunes, 10 de diciembre. En Bullas, a las 21:43 del día siguiente. Y este jueves, 13, a las 8:58, en Lorca, de nuevo, y con una magnitud alarmante.

Si revisamos el historial de terremotos cercanos en distancia y recientes en los últimos meses, tendríamos muchos datos para concluir lo que vienen avisando desde el Colegio de Geólogos desde hace años. El presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), Luis Suárez, en 2016 reiteraba la advertencia de los peligros que existen para las provincias de Murcia, Almería, Granada, Málaga y Cádiz, así como el norte de Marruecos (en el Rif, concretamente). Añadía que el riesgo es, "aunque no extremo, relativamente alto" por el límite de las placas tectónicas y ha pedido reiteradamente a las instituciones que "se tomen en serio" este asunto y tomen medidas de prevención para minimizar daños futuros “. "Después no echemos la culpa al azar", ha advertido en alguna ocasión.

En la localidad vecina de Lorca, la amiga Gloria Martín, concejala de IU-Verdes, en el pasado septiembre, planteó públicamente que "no basta con realizar macrosimulacros que nos mantengan alerta ante otra posible catástrofe".

Y es que los terremotos llegan sin avisar. Pueden ser de día, o de noche. Cuando estamos en plena alerta vital, o con la guardia baja.

A raíz de los terremotos de Lorca, en mayo del 2011, el Colegio de Geólogos elaboró, muy poco después, un decálogo para minimizar los riesgos que pueden ocasionar los movimientos sísmicos. En el documento se recogen cuatro medidas a implementar por la Administración General del Estado y otras seis desde el ámbito local y autonómico pero, desgraciadamente, no se han llevado a cabo. Gobiernos locales, autonómicos, centrales de diverso signo político, parece que deben conceder más importancia a este asunto y ponerse manos a la obra.

En esas medidas se pide que se aborde la reforma de la Norma de Construcción Sismorresistente para que establezca la necesidad de cumplimiento de los requisitos antisísmicos e incorpore la información sobre paleosismicidad (registro histórico de todos los terremotos habidos) y fallas activas.

Están bien las ejecuciones de simulacros en los diversos ámbitos, incluso los macro-simulacros recientes (esas mil personas de la Unidad Militar de Emergencia y diversos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que se movilizaron el pasado otoño en Lorca), pero seguimos con el enfoque anclado en la visión REACTIVA: qué hacer después de que pase un terremoto de magnitud peligrosa.

Nos falta mucho por hacer en cuanto a la visión PREVENTIVA. Es decir, se trata de qué actuaciones preventivas llevar a cabo para minimizar las consecuencias de los futuros terremotos.

Un mes y medio después de los trágicos terremotos de Lorca, visité un edificio en el que se realojaron a las personas mayores de la Residencia de San Diego. Esa cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo,  de la caída del campanario detrás del periodista que estaba cubriendo la noticia. Pues bien, ese local de acogida, con unas columnas centrales de esas que no alcanzas a abrazar estirando los brazos, no parecía estar en Lorca. Estaba intacto. ¿Milagro? No. Celo profesional positivo de quienes lo diseñaron, lo construyeron y verificaron la calidad de la edificación. Eso es una muestra de visión preventiva y de búsqueda de la excelencia profesional, amén de responsabilidad humana y humanista, en lugar de falta de escrúpulos mercantilista.

Por ahí debiéramos plantarnos la cuestión. Además de pensar como atender a las víctimas dañadas por un terremoto, debiéramos evitar al máximo daños patrimoniales y personales.

Para ello, además de adiestrar en los centros de estudio, de trabajo y de ocio, a través de los medios de difusión,  a la población, nos toca auditar la calidad de las construcciones (muchas de ellas, posiblemente de construcción “popular”) y reforzar las estructuras, asegurar los elementos más sensibles como fachadas, voladizos, balcones, …

Todo ello ocasionaría reformas menores o mayores en multitud de viviendas que moverían además un poco la actividad productiva, comercial y otros servicios. Esas reformas sólo son inversiones en autoprotección, más allá de su consideración como gastos. Cabe solicitar subvenciones y exenciones para facilitar tales cosas, ante la debilidad de muchas economías familiares. Pero se trata de protegernos y proteger a nuestro entorno. Algo ineludible.

Según el análisis del riesgo sísmico en la Región, recogido en el Plan SISMIMUR https://conocimientoabierto.carm.es/jspui/handle/20.500.11914/2125 , todos los municipios podrían sufrir terremotos de intensidad muy preocupante, igual o superior a Magnitud VII y, por tanto, tienen la obligación de elaborar su Plan de Actuación ante el Riesgo Sísmico, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 14 y 15 de la Ley 17/2015 de 9 de julio, del Sistema Nacional de Protección Civil. ¿Cómo va el de Totana?

Estaría bien adoptar un enfoque más integral, que complemente lo avanzado hasta ahora en cuanto a Riesgo Químico y Prevención de Incendios. Hasta ahora son más frecuentes y más probables los sucesos vinculados a movimientos sísmicos. Toca ponerse manos a la obra, elaborando un Plan Integral de Protección Civil para el municipio de Totana, aunando esfuerzos con todas las fuerzas actoras posibles, incluyendo un proceso participativo abierto para incorporar la inteligencia colectiva y el sentido común, e involucrar al máximo de población posible. Y desde luego trabajando la perspectiva preventiva, además de la reactiva, y articulando medidas eficaces.

Dicho Plan Integral debería contar, como mínimo, con una estimación de la vulnerabilidad de las viviendas y del daño estimado tanto en la población como en las edificaciones, así como con una adecuada estructura organizativa. También deben catalogarse los medios y recursos específicos para la respuesta inmediata operativa tanto de las Fuerzas Institucionales como del Voluntariado estable u ocasional para hacer frente a un hipotético terremoto con magnitud dañina.

Pero siempre, siempre, siempre, es mejor prevenir que lamentar.