21 Años al lado del Tío Juan Rita, por Javier Andreo. (Linea Local Septiembre 2020)

21 Años al lado del Tío Juan Rita, por Javier Andreo.         (Linea Local Septiembre 2020)

En Aledo su pueblo y el mío, se me ha muerto como del  rayo el tío Juan Rita, a quien tanto quería. Quiero comenzar este texto con una frase adaptada de Miguel Hernández a Ramón Sijé en su elegía, como despedida a una persona muy querida. Y es que con Juan Rita se va un poeta del pueblo, una generación que comprendió que en la naturaleza y en el medio rural hay tanta poesía, que uno es capaz de inspirarse y hacer versos a lo que acontece en un instante y como ocurre con la belleza de lo efímero, disfrutaría un segundo, para recordarlo toda una vida. El tío Juan Rita, mi abuelo, el de todos, ha encerrado en una persona tanta magia como la vida es capaz de engendrar. En él han confluido numerosas bondades humanas y quizá algunas más, que uno no es capaz de definir.

He tenido suerte de poder compartir veintiún años de mi vida, junto a una de esas personas, que tienen duende, que tienen estrella, porque cualquier persona que haya compartido o visto al tío Juan Rita de cerca, entenderá que la alegría, la energía y la ternura que desprendía, es solo concedida a unos pocos elegidos y él lo era.

Si el tío Juan era todo un espectáculo cantando, improvisando, en lo íntimo, era aún más impactante, una persona que te atrapaba y te enganchaba, una de esas personas que sin saber por qué, sin darte cuenta, te atrapa en su halo personal y sin saber cómo, ya te había  enganchado para toda la eternidad.

Creo que se marcha todo un referente, por supuesto para los amantes de las tradiciones y la cultura, pero también un referente en lo humano, dado que él encerraba mucha humanidad.

Un hombre de esos que ya no quedan, con él se va esa generación del hombre siempre trajeado, bien vestido y perfumado, que siempre ha intentado agradar a todas aquellas personas que se le han acercado y con la alegría por bandera. Un hombre que ha sabido saber estar y saber adaptarse a una nueva sociedad, que poco o nada tiene que ver con aquella que el vio en su niñez, donde apenas tenía un pantalón largo para ponerse en el invierno.

He tenido suerte de compartir veintiún años, digo veintiuno y a la vez que se me llena la boca, se me escapa el aire de la misma, con la rapidez que me parecen haber pasado estos años. Durante estos años, hemos recorrido infinidad de rincones, de nuestra Región murciana y mucho más allá. Hemos tenido la suerte de divertirnos divirtiendo a la gente, emocionarnos emocionando a quien nos escuchaba, que para aquellos que conocen esa sensación, saben que es una de las cosas y los regalos más bonitos de la vida.

He de reconocer que nos hemos querido y amado, con la pureza y la sencillez que ha de recoger esas palabras en su plenitud y por ello, desde su marcha, me siento apenado, me siento por momentos abatido, como creo que todos los que hemos tenido la suerte de vivirlo de cerca. Pero he de ser sincero y honesto, no puedo ni creo que podamos estar tristes muchos minutos cuando uno piensa en el tío Juan Rita, porque enseguida se le viene a la mente a uno, esa sonrisa picarona, esas ganas de divertirse y comerse la vida a dentelladas secas y calientes, a pesar de su edad, sí, a pesar de sus ciento ocho años, ha vivido la vida como quizá la debiéramos vivir todos, de forma alegre y honesta, a sabiendas que hay muchos momentos difíciles, pero que con una sonrisa, a veces el témpano más helado, se convierte en agua tibia.

He pretendido con este texto y espero que así se entienda, que somos lo que proyectamos en los demás, por eso hablo desde un plano personal y no solo aportando datos del tío Juan. Desde mi punto de vista, si el tío Juan ha sido un ser inmenso, ha sido porque ha conseguido llegar hasta nosotros, a veces hasta lo más íntimo de nosotros, despertando en cada uno de quien lo ha visto, alguna emoción y quizá ahí esté la clave, por la cual ha sido tan querido, tan respetado.

Si solo muere aquello que se olvida, tenemos el deber y la obligación de no dejar que muchas cosas caigan en el olvido. Hay una frase que dice que cada vez que un hombre mayor muere, es como si ardiera una enciclopedia y confieso, que comparto esa opinión, pero con el adiós del tío Juan, más que una enciclopedia, se va una biblioteca.

Entre tantos dones, tenía el de una mente que recordaba muchas cosas de su niñez, hablar con alguien que te esté contando cosas que ocurrieron hace cien años con un nivel de detalle, que parece que estuviese ocurriendo ahora mismo, he de confesar que, como en todo lo sencillo, es una preciosa experiencia que él nos ha ido regalando. Se va, y prefiero decir eso a decir que se ha ido, porque yo y muchos de nosotros, aún no le hemos soltado la mano de este mundo, aunque físicamente ya no esté.

Nos iremos desenganchando poco a poco de su gracejo y de su risa, de su canto, de sus picardías, se nos irá bajando el desazón que provoca su marcha, pero eso no ha de conllevar el olvido. Tío Juan, abuelo, mientras escribo estoy llorando y riendo a la vez, porque tantas emociones provocas, que como las coplas, no sabe cuál salir primero al exterior. Pesa mucho más la suerte de haberte disfrutado estos años, que la pena, porque sabíamos que tenemos que despedirnos, para volver a encontrarnos. Hasta entonces, muchos besos tío Juan, abuelo, amigo.