Y APRENDÍ A QUERERME...” de Aurelia García
“Hay un abrazo que no está prohibido: abrazarte a ti mismo. Quererte es sanador.”— escribí en mis redes sociales hace unos días.
Una persona, al leerlo, compartió una pregunta: “¿Tienes las claves para quererte más? La poca autoestima es uno de mis mayores problemas”.
Le vi tanto mérito a su confesión pública y me pareció tan importante la duda que me planteaba que, como premio a su valentía, quise reflejar por escrito, inspirada en mi experiencia profesional como psicóloga y también en mis propias vivencias personales, las pistas que todos debemos seguir para aprender a querernos y valorarnos.
Y APRENDÍ A QUERERME...
- Cuando descubrí que mis aciertos son más numerosos que mis errores.
- Cuando dejé de esconderme en la sombra de los demás.
- Cuando encontré una voz amiga en mi interior.
- Cuando dejó de importarme la opinión de la gente.
- Cuando comprendí que mis errores eran grandes lecciones.
- Cuando enseñé a mi corazón la palabra más sagrada: GRACIAS.
- Cuando me di libertad y dejé atrás el lastre de mis miedos.
- Cuando me prohibí compararme con nadie.
- Cuando arranqué de mi alma todas las etiquetas y juicios que me asfixiaban.
- Cuando hallé en el espejo la persona más fiel.
- Cuando transformé mis pecados en perdón.
- Cuando ensordecí a mis demonios y escuché a mi verdadero Yo.
- Cuando dejé de tirar piedras contra otros y reconocí que lo primero es lavar mis manos.
- Cuando aprendí a cultivar con amor mis sueños e ilusiones.
- Cuando empecé a reforzarme cada uno de los pasos que doy hacia la meta.
- Cuando me olvidé del victimismo y empecé a hablar más de mis victorias.
- Cuando deseché la culpa que tanto me estancaba y agarré con fuerza las riendas de mi responsabilidad.
- Cuando apagué el rencor y el resentimiento que durante tanto tiempo ardían en mi pecho.
- Cuando comencé a tomar mis propias decisiones sin depender de los demás.
- Cuando rompí el muro del orgullo y construí los fuertes cimientos de la humildad.
- Cuando me atreví, por fin, a pedir ayuda sin pudor.
- Cuando encontré refugio y comprensión en los libros.
- Cuando descubrí que cada obstáculo que encontraba en mi camino me hacía más fuerte.
- Cuando supe que, en las encrucijadas de mi vida, mi corazón es la brújula que me guía.
- Cuando dejé atrás la pereza y valoré el esfuerzo como la llave mágica que abre todas las puertas.
- Cuando tiré a la basura todas las excusas que me tenían atada.
- Cuando salí de mi escondite y me abrí al mundo.
- Cuando hice un tachón sobre la palabra "perfección" y, así, con ese tachón, vi que ya todo era perfecto.
- Cuando me hice grumete en busca del tesoro que hay en los amigos.
- Cuando levé anclas y me hice a la mar izando las velas a favor del viento de mis sueños.
- Cuando aprendí sobre el gran poder que esconden las palabras y me dediqué a sembrar en mi corazón las que irradiaban más luz.
- Cuando dejé de hacer recuento de mis caídas y derrotas y me hice más consciente de las muchas veces que me había levantado.
- Cuando cogí mi pala y desenterré todos mis talentos para ponerlos al servicio de los demás.
- Cuando me di permiso para derramar las lágrimas que sanaban mis penas.
- Cuando hice las paces conmigo misma y transformé la ira en serenidad.
- Cuando cerré el telón del drama y encontré muchos motivos por los que reír.
- Cuando me hice muy “obediente” a todas aquellas personas que confían en mí y me han ido guiando en el camino de la vida. Personas que, con sus sugerencias, ánimos, ideas, refuerzos... me van abriendo puertas y me van diciendo "pasa, tú puedes".
- Cuando me hice muy, pero que muy, “desobediente” a todas esas personas que, con su negatividad, pretendían apartarme del camino, desviarme o abandonar.
- Cuando me calcé mis botas de las siete leguas y recorrí los senderos que me marcaba la madre naturaleza, y comprobé que soy capaz de mucho más de lo que nunca imaginé.
- Cuando dejé que la Luz entrara en mí y me hiciera transparente.
- Cuando descubrí que el verdadero significado de "vivir" es "servir".
- Cuando me instalé en el bendito presente, donde siempre reina la paz, para dejar atrás las tormentas del pasado y confiar mi futuro en manos de la Vida.
Ojalá que mis palabras os contagien y, paso a paso, con la paciencia que requiere un largo camino, logréis por fin amaros y abrazaros.
Aurelia García
Psicóloga y escritora