Alfonso Giménez García. Música nazarena en las venas

Alfonso Giménez García es un apasionado de la Semana Santa, y en particular de la que se vive en Totana. De hecho, no concibe no estar en esa fecha en el municipio disfrutando de esta tradicional celebración. Las circunstancias que estamos viviendo desde hace un año por la pandemia del coronavirus hacen que este año tampoco pueda haber celebración de Semana Santa, aunque él vivirá esos días en la tranquilidad de su hogar y reviviendo anteriores ediciones de esta celebración.

Alfonso nació en el año 1959 y de pequeño estudió en la escuela de Mateo García. De allí pasó al instituto Juan de la Cierva. De profesión antenista, recuerda que desde bien joven comenzó de aprendiz a ayudar a su tío Andrés Valenzuela y luego pasó también por las empresas Teledistribución Totana y Electrodomésticos Cánovas antes de establecerse ya por su cuenta. De hecho, recuerda que el primer metro de cable de Teledistribución Totana lo puso él.

Además, también colaboró como disc jockey en míticas salas como Long Play, Kabuki o el Bingo en Totana, una época en la que dice que era “ave nocturna” y de la que guarda buenos recuerdos.

Su vinculación con la Semana Santa viene de siempre pues su padre ya era miembro de la Hermandad de Jesús en el Calvario e incluso fue directivo de la misma, y Alfonso lo solía acompañar desde bien pequeño por lo que se crió en ese ambiente.

Con 7 años ingresó en la Banda de Música de Totana, dirigida por Segismundo Deltell Carbonell, donde aprendió solfeo y comenzó tocando el saxo soprano, antes de que empezara con la trompeta. Tras el fallecimiento de Segismundo Deltell y dado que nadie se hacía cargo de la banda, recuerda que ésta se disolvió y cuando volvió a formarse, Alfonso decidió ya no ingresar en ella.

Sobre todo, porque en esa época ya formaba parte de la Banda del Calvario, que se había creado en 1970, siendo presidente de la Hermandad Francisco Zamarreño. Dos años más tarde de su creación, él decidió sumarse a la banda de su Hermandad y recuerda que en aquella época solo había otras dos agrupaciones más de cornetas y tambores en la Semana Santa totanera, la del Beso de Judas y la de la Oración en el Huerto.

La banda del Calvario estaba dirigida por el maestro Agustín, quien con pundonor y seriedad guíaba a sus integrantes. Como anécdota Alfonso recuerda que el día en que hizo la prueba para entrar, el maestro Agustín le puso de ejemplo ante los otros niños y jóvenes, ya que él , con su formación musical ya sabía dar todos los puntos, subía la escala…

Echando la vista atrás rememora que al principio los ensayos eran en un almacén que Zamarreño tenía por la zona del desvío, hasta que ese mismo año se trasladaron ya a ensayar a la sede de la Hermandad, que no estaba lógicamente acondicionada como en la actualidad sino que era un almacén.

Alfonso dice que, sintiéndose con capacidad suficiente, decidió solicitarle al maestro Agustín que le permitiera tocar la corneta de llave, y no la sencilla que él llevaba en ese momento, y éste le dijo que al año siguiente podría hacerlo, pero que de momento prefería que fuera detrás para que con su sonido pudiera servir de referencia a otros compañeros.

Al cabo de un tiempo, recuerda que el tras haber sido operado, no podía ya tocar la corneta y entonces comenzó a marcarle con la boca la canción que quería tocar y Alfonso la interpretaba para que el resto la aprendiera.

Los años 1995 y 1996 no salió en la banda, y tuvo la oportunidad de ser ayuda y poder portar el trono en las procesiones. Explica que en el año 1997 se deshizo la banda por circunstancias y entonces, algunos de los miembros más veteranos de la Hermandad se pusieron manos a la obra para formar rápidamente otra, sobre todo para que ese mismo año pudiera procesionar, ya que el Calvario era además la Hermandad que ilustraba el cartel. Recuerda que en un tiempo récord consiguieron juntar a un pequeño grupo de personas para tocar en la banda, con la ayuda también de otras hermandades que les apoyaron, y cumplieron el objetivo de salir ese año acompañando las procesiones con su música. Desde entonces, y hasta el año 2014, Alfonso estuvo al frente como jefe de banda, tiempo durante el que recuerda que habrá enseñado a más de 300 niños que en un momento u otro han pasado por ella.

Decidió abandonar la jefatura de la banda porque tras casi veinte años estaba cansado de la responsabilidad pero sobre todo porque consideraba que había que dejar paso a gente más joven. En este sentido, se congratula de que la banda del Calvario cuenta con una gran plantilla y afirma que una de las cosas de las que más orgulloso se siente es de que sea una agrupación que cuida mucho la cantera, en la que muchos integrantes empiezan desde niños y continúan hasta mayores, sin ser una banda que se nutra de personas llegadas de otras bandas o en la que muchos miembros la abandonan para irse a otras agrupaciones.

De su etapa de jefe de banda, cree que se puede definir como “serio pero nada dictador”, y que siempre prestó mucha atención a los más pequeños, para que estuvieran a gusto y se formaran bien.

Desde hace años por lo tanto vive la Semana Santa desde fuera de la banda, aunque el gusanillo no le abandona, y de hecho, siempre acaba tocando alguna pieza en algún momento y por ello confiesa que lleva en el bolsillo siempre una boquilla.

En este sentido, señala que formar parte de una banda supone una responsabilidad en el sentido de que tienes que participar en las procesiones en las que salga tu hermandad y cumplir siempre unos horarios, pero confiesa que al que le gusta, lo hace con agrado y disfruta.

Resalta que antiguamente solo se ensayaba a partir de Miércoles de ceniza, mientras que ahora se comienza mucho antes. Habitualmente, aunque a veces pueda dar pereza ir a ensayar, se hace con agrado porque “es un momento de unión en torno a la música nazarena y cuando ves el compromiso de la gente anima y da mucha alegría”. Como anécdota dice que, cuando hay partido de Champions, eso sí, la participación baja muchísimo.

Dice que la Banda del Calvario goza de muy buena salud, con mucha gente joven, y señala que ello se debe a que hay muy buen ambiente y se forman muchos grupos de amigos. Además, destaca que la banda es una entrada de muchos niños y jóvenes a las hermandades.

Resalta que para él era muy destacable el “que los niños y jóvenes de la banda que se han formado en ella la sienten como propia y eso se nota en el compromiso que muestran en su mayoría”. “Si había alguno que fuera más travieso o díscolo en los ensayos, cuando se ponían la camisa de la banda, cambiaban radicalmente, porque el llevar el emblema de la Hermandad imprime carácter”, apunta.

Aunque lleva varios años sin salir en la banda, siempre se viste de nazareno, tanto con la túnica negra como con la roja, y siempre suele salir en la procesión pegado a la banda, para ir escuchando la música. De hecho, al final siempre ha acabado cogiendo la corneta un rato, sobre todo cuando la banda interpreta la obra “Nazareno” que Luis Ángel Sánchez Cánovas compuso dedicada a su suegro, Pepe Bedia, de manera que él toca su parte en un momento muy emotivo para su familia.

Precisamente esa es una de sus piezas preferidas, por el significado personal y familiar que entraña, y también destaca otras como el “Canon” de Pachelbel, “Corazón de Rey” o una recientemente incorporada al repertorio de la banda del Calvario, el “Aleluya”.

Sobre la música de la banda del Calvario resalta que para él es un orgullo que tenga un estilo propio, un estilo Calvario, que se reconoce. “Hemos evolucionado con los años pero siempre con un estilo propio y casi todas las marchas o piezas que interpretamos solo las tocamos nosotros”, señala.

Con la banda ha ido a tocar algunas veces fuera de Totana, si bien dice que no se han caracterizado por salir muchas veces fuera del municipio, aunque recuerda salidas a Alhama de Murcia, pedanías totaneras, Murcia o Almassora (Castellón), con motivo del hermanamiento con otra Hermandad del Calvario de ese municipio.

A Alfonso se le llena la boca cuando habla de su Hermandad, de la que dice estar muy orgulloso y estar plenamente comprometido con ella, colaborando en todo lo que puede, como tantos hermanos.

De hecho, confiesa que es una suerte que toda su familia esté vinculada a la Hermandad del Calvario. En este sentido, explica que su hijo mayor, Víctor, comenzó ya a acompañarle con sólo cuatro o cinco años cuando él salía y enseguida se incorporó también a la banda, de la que no ha dejado de formar parte desde niño. También su hija Virginia es hermana del Calvario y de pequeña salió portando el banderín en alguna ocasión, mientras que su hijo pequeño, Alfonso, aunque no se siente atraído por la parte musical, no ha dejado tampoco de salir vestido de nazareno desde que tenía sólo unos meses.

Y es que Alfonso, “Puche” como se le conoce, ha vivido siempre la Semana Santa con mucha pasión y en especial siempre con el Calvario. De hecho, no es extraño que a su mujer, María José Bedia, la conociera también allí, al ser ella también hermana desde siempre.

Tras dejar la jefatura de la banda Alfonso hace unos años, ésta fue asumida por otros músicos y en la actualidad el jefe es su sobrino Alfonso Giménez Legaz. Sobre la posibilidad de volver algún día él no lo cree, pues considera que hay que dejar paso a gente más joven, pero se siente contento de que haya personas que se lo comenten porque, como dice, “eso quiere decir que he dejado buen sabor de boca y me quieren”.

La crisis del coronavirus nos va a privar por segundo año de las celebraciones en torno a la Semana Santa, algo que este año confiesa tener ya asimilado. Por ello, dice que la vivirá como la del pasado, disfrutando de las reposiciones de procesiones que pongan en la televisión local para matar el gusanillo.

Sobre los momentos de esta celebración que más le gustan, señala que sobre todo disfruta mucho el traslado de Jueves Santo, porque se luce mucho todo, y ya hablando de procesiones o actos, la procesión del Santo Entierro, en la que desfila el paso titular de su Hermandad, Jesús en el Calvario.

Cuando se pueda volver a vivir la Semana Santa con la plenitud a la que estamos acostumbrados, será un momento especial, augura. Precisamente, él dice que seguirá participando en la Semana Santa con su túnica hasta que el cuerpo aguante: “No me veo en otro sitio en Semana Santa que no sea Totana, ni estar aquí sin ponerme la túnica o salir con mi boquilla en el bolsillo”, apunta.

Tradicional, nazareno, muy totanero de corazón y sentimiento, y paciente. Así es Alfonso Giménez, una persona que ama, vive y siente la Semana Santa desde que era sólo un niño.

Redacción:  Totana Noticias - Linea Local