Finca Caruana. Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.

Finca Caruana.  Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.
Finca Caruana.  Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.
Finca Caruana.  Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.
Finca Caruana.  Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.
Finca Caruana.  Tres décadas haciendo disfrutar a mayores y pequeños en un paraje único.

Finca Caruana, ubicada en la carretera Aledo-Bullas, en el paraje de Santa Leocadia de la diputación de La Sierra, es todo un referente en Sierra Espuña. Un lugar ideal para pasar el día, disfrutar de sus campamentos y actividades de multiaventura o simplemente degustar los ricos platos que preparan en su restaurante.

Juan Tudela Gallego, junto a su mujer Fina, es el artífice de este singular rincón, una empresa familiar en la que también trabajan sus dos hijos, Alfredo y Marta, y que ya cuenta con tres décadas a sus espaldas. En el paraje organizan actividades para colegios, actividades de multiaventura como tirolina, rocódromo, puente tibetano, tiro con arco, espeleología, senderismo, orientación en la naturaleza… o excursiones de un día para centros educativos y grupos organizados. Además, disponen de un afamado restaurante que todos los fines de semana está a reventar.

Juan Tudela nació en Totana, si bien su familia era de Aledo. Su padre era agente forestal y estaba destinado en Ricote y al año ya llegó a Sierra Espuña, donde Juan vivió en Las Quemadas, El Paleto y La Perdiz, donde ya se jubiló su progenitor y donde el propio Juan comenzó su trayectoria profesional como restaurador.

 Entre los recuerdos de infancia, Juan comenta que cuando era pequeño y residía en La Perdiz iba con su hermana al colegio de El Berro, lo que suponía que cada día debían de recorrer 6 kilómetros a pie para ir al centro educativo, algo que hizo varios cursos hasta que su padre ya los llevaba en coche.

Posteriormente recuerda que cerraron el Sanatorio de Sierra Espuña e instauraron una escuela hogar y allí estuvo yendo otros tres años. 1º de Bachilerato lo cursó por libre y se examinó en el instituto Miguel Cascales de Murcia y tras aprobar siguió estudiando otros tres años más en Alcantarilla y luego en el instituto Valle de Leiva en Alhama de Murcia. Como no le gustaban los libros y no quiso seguir estudiando, comenzó a trabajar en la empresa familiar de transporte por carretera, acompañando a los conductores de camiones en sus viajes.

Tras sufrir un accidente laboral y coincidiendo con el cierre de la empresa familiar, se fue a vivir a Madrid a casa de unos amigos de sus padres que tenían negocios de restauración y comenzó a trabajar en la cocina, lo que le permitió aprender a desenvolverse en este mundo.

Tiempo después, su padre solicitó a ICONA, entidad que gestionaba el Parque Regional de Sierra Espuña en aquellos años, permiso para hacer obra en la Casa Forestal de La Perdiz con el fin de dar servicio de restaurante, por lo que Juan regresó y comenzó a trabajar en el negocio de hostelería impulsado por su progenitor, en el que desde el primer momento recuerda que ofrecieron comidas, y donde su madre estaba en la cocina y él en el comedor y la barra. Tras unos catorce años regentando el negocio, y cuando ya las competencias del Parque estaban transferidas a la Comunidad Autónoma, traspasaron el negocio a una pareja de camareros que trabajaban allí mismo y Juan, tras enterarse de que el terreno donde actualmente se encuentra Finca Caruana estaba a la venta, decidió lanzarse a la piscina y adquirirlo para montar su propio negocio.

Paralelamente su familia había abierto también una cafetería restaurante en el paraje del Caño del Hilo, que durante un tiempo compatibilizaron con el restaurante en La Perdiz, pero que finalmente cerraron para centrarse en Finca Caruana, que se inauguró hace treinta y dos años. Los comienzos fueron lógicamente laboriosos, tal y como rememora Juan, quien explica que al principio solo existía la casa cortijo, que habilitaron con la intención de poder organizar campamentos. Poco a poco fueron acondicionando la zona con el arreglo del cortijo, la construcción de la piscina, la plantación de mil árboles y preparación de la explanada para albergar tiendas de campaña, donde antes había solo bancales, un arduo trabajo que requirió mucho esfuerzo.

Paulatinamente se fueron mejorando las instalaciones con la habilitación de zonas de sombraje, ampliación del cortijo con la zona de albergue y luego el salón comedor del restaurante. Todo ello, con la implicación de toda la familia, pues indica que tanto sus padres como sus suegros también estuvieron involucrados desde el primer momento ayudando en lo que podían. Juan recuerda el primer verano que abrió Finca Caruana con un primer campamento de cincuenta niños, la mayor parte de los cuales eran hijos de amigos y conocidos, con la intención sobre todo de darse a conocer. Desde ese primer verano a lo que es ahora Finca Caruana ha llovido mucho y han sido innumerables los grupos que han pasado por sus campamentos, muchos de ellos repitiendo año tras año e incluso niños que vinieron en su momento, ahora ya mayores han mandado a sus hijos o incluso han vuelto pero acompañados por ellos.

En este sentido comenta que cada año visitan Finca Caruana para participar en sus campamentos y actividades entre cuatro y cinco mil niños.

Precisamente, la fidelidad de la gente es para Juan, uno de los mejores premios, algo que se ha ganado a pulso con tesón y esfuerzo. De hecho, recuerda los tiempos en que se subía en su coche e iba visitando colegios de la Región de Murcia y de las provincias de Almería y Alicante para dar a conocer Finca Caruana y explica con satisfacción que hay centros que han estado viniendo desde hace más de veinticinco años o que tiene casos de profesores que vienen ahora con sus alumnos y ya venían cuando ellos mismos estaban en la etapa escolar, Otra de las claves del éxito de Finca Caruana y de lo que se siente orgulloso es del equipo profesional que hay detrás, un grupo de monitores, muchos de los cuales llevan muchos años trabajando con ellos, y que conforman ya una gran familia.

Tantos años ofreciendo actividades de aventura y campamentos dan para muchas anécdotas y afortunadamente, según comenta Juan, pocos sustos. Entre las anécdotas recuerda por ejemplo un año que vino un grupo de un colegio que contrató las instalaciones pero traían ellos organizadas sus propias actividades, una de las cuales era una noche de terror. “Se pasaron tanto con la intensidad del miedo que se les fue de las manos y a las 12 de la noche teníamos a cincuenta niños llorando y asustados, por lo que tuvimos que improvisar, sacar a nuestros monitores y pusimos música para que se les olvidara y al final estuvieron  divirtiéndose hasta las tres de la madrugada”.

Otra anécdota, comenta, fue un año en que vino una asociación de diabéticos para tomar datos médicos del comportamiento de los participantes en el transcurso del campamento.

Explica que les dijeron que montaran una noche de miedo y desde Finca Caruana prepararon un recorrido terrorífico que provocó incluso desmayos de críos:

“A las doce de la noche estábamos todo el rato echando viajes con el Land Rover llevando críos al albergue, donde los profesionales sanitarios que les acompañaban les atendían”. “Lo que sí sé es que pudieron hacer un estudio muy interesante cuyos resultados después presentaron en algún congreso médico”, añade.

También recuerda un año en el que a un grupo de cincuenta niños tenía que venir el autobús a recogerlos tras acabar el campamento y se retrasó varias horas y ellos, de buen grado y por su cuenta, les prepararon una rica merienda para que se fueran con buen sabor de boca y olvidaran la espera.

Además de los campamentos y actividades de multiaventura, Finca Caruana se caracteriza por disponer de un restaurante que hace las delicias del paladar de sus clientes, utilizando siempre productos de primera calidad. Entre sus especialidades Juan cita las migas, jallullo, carnes de caza como jabalí y venado, carnes a la brasa, pipirrana y por supuesto los arroces a la leña.

Tanto en el restaurante como en el campamento, la mejor receta para Juan es disfrutar con el trabajo que se hace ya que eso, al final, lo percibe el cliente, ya sea el que come como el que participa en actividades de acampada o multiaventura. En este sentido, comenta que la mayor satisfacción es contar con la fidelidad de su clientela y que ésta se vaya contenta.

Sobre el futuro de Finca Caruana se muestra optimista ya que sus dos hijos se encuentran plenamente implicados en el negocio e incluso, comenta con orgullo, la tercera generación, sus nietos, vienen pegando fuerte y aunque son solo unos niños, conocen al dedillo las actividades que se llevan a cabo en el entorno.

En un paraje único como Sierra Espuña, Juan se siente todo un privilegiado por poder trabajar dónde y en lo que le gusta, acompañado del mejor equipo y contando con la fidelidad de sus clientes.

 

Albergue, zona de acampada y restaurante en plena naturaleza.

Finca Caruana es una instalación especializada en campamentos, actividades recreativas, educativas y del deporte en la naturaleza. Se encuentra en la zona de Santa Leocadia, a los pies de Sierra Espuña, y desde hace tres décadas ofrecen sus servicios a colegios, institutos, asociaciones y todo tipo de colectivos.

En sus instalaciones disponen de albergue juvenil, zona de acampada (con piscina, pista polideportiva y zonas de usos múltiples), actividades de aventura y restaurante, todo ello impulsado por un equipo humano que pone su experiencia y profesionalidad a disposición del visitante para que disfrute de una estancia agradable y de calidad.

La zona de acampada está dividida en varias parcelas individuales, las cuales tienen zonas de sombra, mesas de trabajo, tomas de corriente, y están junto a los aseos, piscina y fuentes de agua potable.

La estancia en estas zonas puede ser variada, tanto en sus tiendas de campaña canadienses equipadas con colchones, como en las propias tiendas del grupo visitante.

Por su parte, el albergue juvenil tiene una capacidad de 48 plazas, y está distribuido en habitaciones con literas: 2 de 8 plazas, 1 de 14 y 1 de 18.

Dispone de un aula de trabajo, donde se pueden realizar talleres, dinámicas o veladas nocturnas.

Además, el paraje cuenta con restaurante donde se puede disfrutar de comida casera y tradicional, así como de opciones vegetarianas. Son afamados sus arroces a la leña, carnes de caza, carnes a la brasa, además de los platos de siempre como las migas y jallullo.