Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)

Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)
Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)
Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)
Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)
Iniciativas comerciales para la venta de helados en Totana. ( Juan Cánovas Mulero)

Corría la década de 1820 cuando comenzaban a aparecer en Totana, de un modo sistemático, peticiones al Ayuntamiento a fin de conseguir autorización para la fabricación y venta de helados, horchatas y aguas frías, como también de cervezas, una práctica que iba enraizando en la población y que la presencia de artesanos en la materia facilitaba y generalizaba su
consumo, al abaratar precios y elevar la calidad. Curiosamente, en ese tiempo, parte de esos peticionarios eran oriundos de la población alicantina de Elche, vinculados algunos a la localidad por acudir de modo sistemático a la venta de dátiles en el mes de diciembre. Tenemos constancia de las gestiones al respecto llevadas a cabo en el siglo XIX por Diego Pascual y Diego Serrano, mientras que, en las primeras décadas del siglo XX, la oferta surgía por parte de integrantes de la familia Botí, cuyos descendientes continuaron con actuaciones de esta naturaleza hasta épocas relativamente recientes.

Porotra parte, en la década de 1930 llegaban los hermanos Sirvent Ferrandis, pertenecientes a una saga de maestros turroneros y heladeros de la ciudad de Jijona. Varios de ellos se avecindaron en Totana, en donde contrajeron matrimonio y formaron familia.
Los deliciosos refrescos artesanales de la familia Botí. El compromiso en Totana de los miembros de este linaje en la preparación de granizados, sorbetes… llegó, que hayamos podido documentar, de la mano de Felipe Botí Reyes, natural de la parroquia de San Juan Bautista de Elche, nacido en ese enclave en torno a 1849 y fallecido en nuestra localidad en junio de 1927.

Su planteamiento se centraba en instalar, tras la oportuna licencia de las autoridades municipales, «una cervecería u horchatería en el sitio esquina de la torre, frente a la fuente». Completando y continuando esta ocupación se encuentra la actuación de su hijo, Felipe
Botí Caracena, ya avecindado en Totana, en donde casó, en noviembre de 1901, con Ana Zamora Andreo, quien a consecuencia de «grippe torácica», fallecía en febrero de 1907. Botí Caracena contraía nuevas nupcias en junio de 1908 con Encarnación Andreo Martínez. De esa unión nacieron ocho hijos, cinco varones y tres mujeres. El dinamismo comercial de este último, siguiendo la línea de su padre, le llevó a plantear una propuesta en 1918 al Ayuntamiento para colocar un kiosco a los pies de la torre de Santiago, frente a la fuente
de la Plaza, a fin de ofrecer sus servicios durante el tiempo de verano.


La trayectoria de maestría y calidad de los trabajos del maestro turronero y heladero Isidoro Sirvent Ferrandis. La familia Sirvent, uno de cuyos hijos, Isidoro, se establecería en Totana en la década de 1930, era oriunda de la población alicantina de Jijona. Sus miembros trabajaban la actividad artesanal de elaboración de turrones y helados.

En verano marchaban a San Sebastián, ciudad en la que atendían la demanda de una sociedad próspera, incrementada en esa estación por la concurrencia de veraneantes de diferentes lugares, atraídos por la presencia de los monarcas y miembros de la aristocracia nacional. A fin de abrir nuevos horizonates comerciales, dos de los hijos de Francisco Sirvent, Isidoro y Matilde, llegaban a Totana atraídos por las noticias de que en la localidad no existía un establecimiento de heladería de amplio servicio.


En ese tiempo Isidoro conoció a la que sería su mujer, la totanera Eulalia Tudela Martínez. La pareja contraía matrimonio en septiembre de 1932, trasladándose a Jijona. Durante la Guerra Civil, Isidoro se tuvo que incorporar al frente. Al concluir el conflicto realizó un tiempo de
Servicio Militar. En ese periodo nacieron dos niñas en el mismo parto que murieron con pocos meses de edad y una semana de diferencia. Este hecho supuso un duro golpe para la familia.
Acabada la conflagración, Isidoro, su esposa y su hijo marcharon a Jerez de la Frontera, en donde Isidoro fue contratado por un empresario de la zona que, sabiendo de las capacidades del maestro turronero, lo puso al frente de la empresa, encargada de suministrar turrones a Cuba. En aquella población andaluza estuvieron varios años, siendo Isidoro muy bien considerado.
A la vuelta a Totana, la familia ubicó su taller de producción en un edificio de la calle San Antonio, muy próximo a Padre Melchor de Benisa. Fue una época de intenso trabajo, de gran dedicación para la manufactura artesanal de los helados que producían y que tuvieron una gran acogida entre los vecinos.
Incluso la empresa disponía de un carrito móvil para dispensar helados junto al Puente, en la fachada del edificio en donde se sigue venerando a santa Rita.
Isidoro tuvo que contratar a varios empleados, e incluso su hijo Paco colaboró durante las vacaciones en el negocio familiar.
Para enfriar los helados traían el hielo de Murcia, con las dificultades y limitaciones que eso suponía. A fin de ofrecer un mejor servicio Isidoro decidió ampliar la fuerza de luz eléctrica de su negocio y mecanizar el proceso. A pesar de haber recibido autorización verbal de los
representantes de la empresa suministradora, finalmente se la denegaron, cuando ya había comprado parte de la maquinaria, lo que le obligó a devolverla y perder una porción del dinero
entregado.
En ese tiempo, en que Paco, el único hijo del matrimonio, estaba estudiando en Murcia e Isidoro se veía ya cansado para seguir al frente del negocio, la familia lo vendió a unos jóvenes procedentes también de Jijona. Estos emprendedores abrieron despacho en
una dependencia frente a la fuente de La Plaza. Allí permanecieron unos pocos años.
Son estos algunos de los testimonios de esfuerzo y superación de personas que contribuyeron a mejorar la vida de nuestros antepasados, a refrescar los cálidos días del intenso verano Mediterráneo.

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