Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.

Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.
Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.
Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.
Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.
Juan Cánovas Mulero. Nazareno de honor 2023 Su arraigo a la Semana Santa es tal que hace más de dos décadas ya tuvo el privilegio de pronunciar el Pregón.

Juan Cánovas Mulero es el Nazareno de Honor de 2023, un reconocimiento que viene a culminar la gratitud del mundo nazareno hacia su persona, después de que hace ya más de dos décadas fuera también el encargado de pronunciar el Pregón de la Semana Santa del año 1996.

¿Quién es Juan Cánovas Mulero?

Un vecino de esta tierra de Totana, a la que admiro por las bondades con que nos obsequia y de las que intento disfrutar y saborear, transitando del modo más acorde con los valores en los que creo y confío. Principales referentes de nuestro municipio son la claridad de su cielo, la generosidad de sus gentes, la raigambre de sus tradiciones… De alguna manera intento que esa transparencia, el amor a nuestras esencias, el altruismo y la comprensión hallen hueco en mi vida. Realicé los primeros estudios en el colegio La Milagrosa, junto a las Hijas de la Caridad. Evoco con ternura esos años que, aunque no fueron muchos, sí estuvieron cargados de preciosos descubrimientos.

Pronto salimos los niños del centro y me trasladaron al colegio Santiago, en donde la bondad de don José Merlos caló hondamente en mí, admirando su cercanía y condescendencia. Con posterioridad pasé al colegio San José de Calasanz que regentaba Mateo García. Allí, en un ámbito mucho más exigente, profundicé en el conocimiento y la reflexión, reconociendo el tesón y la entereza de Mateo, su dedicación a nuestra formación. Los años de bachillerato transcurrieron en el Instituto Juan de la Cierva, en donde se forjó de modo importante la amistad con personas a las que continúo vinculado y a las que aprecio intensamente, interiorizando la apertura a nuevos horizontes culturales.

 Cursé la Diplomatura en Profesorado de Educación General Básica en la Escuela de Magisterio de Murcia y al aprobar la oposición en 1984 he tenido la infinita suerte de, trabajando en la docencia, experimentar la asombrosa densidad que encierra el quehacer educativo. Un tiempo después concluí licenciatura en Geografía e Historia en la Universidad de Murcia. Al superar las oposiciones de Secundaria he podido explorar el ejercicio de la docencia en otras etapas educativas. Un aprendizaje entrañable hondamente gratificante que acaricio en el instituto Juan de la Cierva, en conexión con un equipo docente comprometido y noble, junto a alumnos que alientan nuestra encomienda.

En esa línea me encuentro cuando mi transitar en la vida se va aquilatando con el paso de los años, en una edad, la de los sesenta y cinco, que, ciertamente, sobrecoge, pero he de confesar que los percibo envuelto en un sereno regocijo.

 Es un apasionado de la Historia. ¿Por qué se decantó por estudiar esta carrera?

Recuerdo que de muy pequeño me fascinaban los relatos, los romances, los cuentos que me narraban mis abuelas y mi madre. Aquellas leyendas me trasladaban a escenarios deslumbrantes, avivando la curiosidad por esas otras formas de vida y ambientes.

En las cámaras de la casa de mis abuelos tuve la posibilidad, siendo niño, de leer «Corazón», una obra de Edmundo de Amicis que rebosaba ternura, logros difíciles de alcanzar que solo se podían conseguir al impulso del amor. Este texto muchos años después fue llevado a la animación en la serie «Marco, de los Apeninos a los Andes». El libreto que se usó en nuestro municipio para representar en las primeras décadas del siglo XX el Auto de Reyes Magos, me permitió adentrarme en la lectura poética, acercándome al sentir de mis ascendientes, pues una de mis abuelas había actuado en esas escenificaciones.

Pero, quizá la obra que más me marcó y que leí casi clandestinamente, fue la novela «Juan de Dios, el médico de los pobres», más de mil quinientas páginas en folletos que se compraban semanalmente y se conservaban adormecidos entre esos otros cachivaches que se solían depositar en aquellas estancias. Los escenarios en los que se desenvolvía el argumento, los personajes, sus intrigas, esfuerzos… despertaron el deseo de conocer las formas de vida de la España de finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, las dificultades del mundo rural, su dureza, así como las bondades y maquinaciones en que se movían sus protagonistas. De alguna manera, aquellas primeras lecturas fomentaron mis sueños y en ellos la fantasía. Creo que a esas experiencias les debo un mucho de mi curiosidad.

Por otra parte, la historia es la vida misma, sus palpitaciones, sus impulsos y anhelos, analizados a lo largo del tiempo… y en los que resuenan, demasiado a menudo, evidencias que nos abocan, una y otra vez, hacia lo adverso, hacia la insensibilidad. Pero también, una acentuada certeza de que, en sus latidos, vibra el testimonio de multitud de hombres y mujeres que, superando ese fatalismo, apuestan por el diálogo, el entendimiento, la tolerancia, la justicia, la solidaridad… aromas que abren el corazón y nos convocan a favorecer la fraternidad. En la medida que el conocimiento del pasado nos ayuda a encajar limitaciones, a abrir horizontes, a cimentarnos en el humanismo, a superar la intransigencia, a acrecentar la interculturalidad, a potenciar todo aquello que nos une y alienta, mi confianza en estos estudios se refuerza. Se dedica a la enseñanza desde hace muchos años.

 ¿Qué ha sido lo más gratificante para usted?

Este cometido es ante todo un gran don de la vida, una oportunidad para ahondar en la comunicación, para robustecer la esperanza. Los alumnos transmiten mensajes plenos de vitalidad, te convocan a entender sus necesidades, sus demandas, a dar respuesta a sus inquietudes, a alentarles, a que detecten caminos por los que superar la indolencia o la apatía. Indudablemente que es una compleja realidad, pero, a la vez, un reto, un canto que eleva el espíritu, pues tonifica compartir con ellos ideales, asentar comportamientos. Por otra parte, el clima de trabajo en los centros educativos en los que he desarrollado esta labor ha estado presidido por la amistad, la estima, el apoyo y el estímulo de personas competentes y entregadas. Junto a mi familia, esta vocación es uno de los grandes pilares de mi vida. Con estas urdimbres es posible sentirse gratificado. Además, su pasión por la disciplina de la Historia le llevó a ser nombrado Cronista Oficial de la Ciudad de Totana.

¿Qué supone para usted? ¿Qué otros reconocimientos ha recibido?

Adentrarse en la memoria de Totana, avanzar por las sendas que recorrieron nuestros mayores, superando adversidades, construyendo horizonte, desvelando sus afanes y angustias, sus certezas y expectativas, es un maravilloso mar por el que navegar, con lo que me siento muy agradecido. La responsabilidad de Cronista Oficial de la ciudad es ante todo un aliciente para perseverar en rescatar nuestro pasado, en recuperar sus pulsiones, implicando a las nuevas generaciones en esta misión. Totana cuenta con una valiosa documentación en distintos archivos, complementada con una impresionante historia oral, con fecundas tradiciones, con un patrimonio material e inmaterial que urge preservar.

Defender todo ese legado, librarlo del olvido, es una obligación que hemos de asumir ciudadanos e instituciones. En la medida en que seamos capaces de exteriorizar esos ritmos que activan el compás de nuestra impronta y compartirlos con nuestros jóvenes, enamorarlos hacia todo aquello que nos constituye, estaremos construyendo sólido futuro. En el año 2014 fui nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia Alfonso X el Sabio de Murcia, un espacio de cultura, de ilustración, de diálogo y amistad, un referente que alienta las horas de dedicación que requiere la investigación y el estudio, a la vez que permite nutrirse de la sabiduría y madurez de sus miembros. Entrando en materia de Semana Santa,

¿qué ha supuesto ser nombrado Nazareno de Honor?

Este inesperado nombramiento ha renovado en mí una emocionada gratitud, recordándome todo lo que personalmente debo a la Semana Santa de Totana, pues entre sus nazarenos he encontrado siempre cordialidad, respaldo, estímulo e implicación. Asimismo, las estaciones de penitencia por nuestras calles y plazas, el mensaje que vibra en ellas, rebosan vitalidad, colorido, a la vez que interpelan, inundan las entrañas hasta germinar en la médula, asombrados por el sacrificio cumbre de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, que nos convoca a atender a las personas sufrientes, acercándonos a ellos desde la compasión, desde la solidaridad reparadora. Recibir este reconocimiento en el que se articula la confianza que han depositado en mi persona hermandades y cofradías, me conmueve, sobre todo, porque este dulce abrazo emana de mi tierra, de las gentes a las que venero y respeto, pero también porque se ha fraguado y madurado al calor de la pródiga hospitalidad, de la solidez del proceder nazareno de estas queridas asociaciones de fe. A la vez me descubro ruborizado por esta consideración y desbordado por esa deferencia.

¿Qué cualidades cree que se han ponderado para su elección?

No soy quién para determinar ni muchos menos juzgar los criterios que han inclinado a nuestras hermandades y cofradías a tomar esta decisión. Ahora bien, espero estar a la altura de tan imponente regalo y quizá llegue un día a merecerlo, mientras tanto, pueden contar con mi colaboración que, aun en mi debilidad, se ofrece revestida de cariño, lealtad y admiración.

¿Cuál es su vinculación con el mundo nazareno?

He procesionado desde la adolescencia, aunque no he tenido un compromiso de primera línea en hermandades y cofradías, pues tan solo asumí durante unos años la vicepresidencia de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía siendo presidente mi querido y admirado amigo, Alfonso Martínez. Mi tarea se ha centrado en llevar a cabo el estudio e investigación del caminar de nuestras hermandades y cofradías desde principios del siglo XVII hasta nuestros días, cuatrocientos años de una historia nazarena enormemente apasionante, a la vez que me he ocupado en dar consistencia a otras composiciones que han visto la luz en la revista de Semana Santa. Durante varios años, por encargo del Ilustre Cabildo, elaboré la crónica de esta celebración y tuve la dicha de presentar en ese tiempo, en la noche del Miércoles de Ceniza, el cartel anunciador de esta solemnidad.

En el año 1996 se me confió proclamar el pregón de Semana Santa, en el templo parroquial de Santiago. Afrontar aquel reto contribuyó a encajar transcendentales aspectos de mi vida, a la vez que me permitió difundir la grandeza del sacrificio de la cruz que estalla radiante la mañana de Pascua.

¿Cuáles son sus recuerdos de infancia y juventud de la Semana Santa?

 Desde muy pequeño concurrí a los desfiles procesionales de la mano de mis mayores, vestí la túnica nazarena y junto a mi familia asistí a los oficios religiosos, con mis abuelas disfruté contemplando los pasos en su peregrinar por nuestras calles. Añoro la alegría que nos invadía cuando, horas antes de la procesión, los más jóvenes de la casa transportábamos las sillas para colocarlas en las baldosas del recorrido. La espera custodiando los asientos, el clima de felicidad que se respiraba era muy ameno. La llegada de las diversas escenas de la pasión se vivía con intensa admiración.

 Era conmovedor el silencio y el respeto con que se recibían. Además, se rendía homenaje y se veneraba, puestos en pie, la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la del Santo Sepulcro y la de Nuestra Señora de los Dolores, rezando algunas jaculatorias que, lamentablemente, no he preservado. Aquellas miradas con las que se besaban las imágenes pasionales han quedado grabadas en mi memoria.

¿Qué es para usted la Semana Santa?

En la Semana Santa conviven multitud de emociones. Por un lado, el ambiente de encuentro y amistad que hierve en torno a este evento es realmente admirable. Por otro, la fecunda vida de hermandad ensancha los corazones y compromete, a la vez que afloran otros sentimientos en los que la estética y la escenografía con que se revisten estas manifestaciones se muestra exuberante, avivando la sensibilidad y la admiración. Pero, ante todo, es un universo que no deja indiferente, que llama a adentrarse en el misterio de un Dios que irradia amor, que invita a acompañarlo en los hermanos, que exhorta a amparar a los desheredados, a llevar brisas de esperanza en el infortunio, a ser luz y mano tendida.

¿Cómo suele vivir la Semana Santa? ¿Qué actos y cultos de la Semana Santa totanera le gustan más?

La grandiosidad y diversidad de los desfiles pasionales cautiva. En cada una de esas manifestaciones se revelan valores de singular importancia, con lo que intento aprovechar tan elocuentes entonaciones. He tenido la dicha de portar durante varios años, como hermano ayuda de trono, la imagen del Santísimo Cristo de la Agonía. En el último periodo tanto por las circunstancias como por cuestiones físicas he dejado ese compromiso. Paralelamente a estas vivencias procuro meditar en el significado espiritual de esta solemnidad y vivenciar los oficios del Triduo Pascual, una liturgia simbólica, reveladora y muy reconfortante. También estos días son proclives para compartir momentos con los amigos, ámbitos que llenan y reconfortan. Cultivar esta faceta es un eficaz medio para alcanzar bienestar.

 ¿Cómo ve que ha evolucionado la Semana Santa totanera en los últimos años?

Ha sido inmensa la transformación que ha experimentado nuestra Semana Santa. A nadie se le escapa que la mejora de su patrimonio arquitectónico, estructural e imaginero, así como la riqueza musical de que se acompaña, es un esfuerzo digno de valorar. Una mayor participación y compromiso con apertura a los más jóvenes, con sesiones de formación y concienciación son acciones muy meritorias. El bálsamo de la cooperación, de la calidez y de la acogida impregna este caminar. Entre este cúmulo de logros, se ha de destacar el dinamismo de estas entidades, la afluencia de hermanos en sus sedes, las responsabilidades compartidas. Una positiva implicación. Ahora bien, es importante que, en ese maremágnum de acontecimientos, de actuaciones, de logros y objetivos, no perdamos de vista su significado. Si no guardamos estas expresiones con coherencia, con autenticidad… habremos desaprovechado una buena parte de su sustancia. Precisamente, entre su producción bibliográfica se cuentan varios volúmenes o escritos dedicados a la Semana Santa,

¿qué es lo que más le ha sorprendido buceando en la historia y tradiciones nazarenas del municipio?

Es digno de resaltar la esperanza y la fe de un pueblo que se hace presente en los desfiles procesionales, pero, además, las cofradías en su origen se ocuparon generosamente de los más frágiles, potenciando las oraciones de réquiem, preparando a sus hermanos espiritualmente para «una buena muerte», asistiéndolos en ese trance y proporcionándoles sepultura, en concretos casos. Parte de esos caracteres, sobre todo los de matiz solidario, siguen presentes en nuestros días.

En el proceso de acercamiento y comprensión a esta realidad a lo largo de los siglos, he de destacar la gran implicación de los vecinos de esta tierra con esa celebración, los grandes esfuerzos sobre la que se sustenta, pero también el espíritu de cordialidad que las animaba. El voluntarismo, la capacidad de sacrificio y el desvelo son claras expresiones de una comprometida manera de entender la Semana Santa. Por otra parte, las cofradías de mayor arraigo estuvieron bajo la tutela de las principales familias de Totana, una forma de expresar su influencia y autoridad, pero también de ofrecer ayuda y colaboración, pues con esas aportaciones no solo se procesionaba y enriquecía el patrimonio, sino que se afrontaban obras sociales.

¿Tiene algún trabajo sobre el mundo nazareno totanero en el que esté trabajando actualmente o algún proyecto en mente en este sentido?

 De momento sigo varado en dique seco respecto a un planteamiento dilatado de esta temática, pues todo aquello que he ido conociendo e investigando a lo largo de los últimos treinta años se ha publicado, primero, en una edición en 2006 y, posteriormente, en otra complementaria en 2017. A pesar de ello, a menudo aparecen aspectos nuevos y desconocidos o bien que habían pasado desapercibidos. Quisiera poder seguir revelando esos materiales, como también argumentar nuestras prácticas nazarenas, fundamentarlas, otorgarles el carisma con que nacieron y que es preciso mantener, evidentemente, depurando y actualizando todo aquello que forme parte de su naturaleza.

 ¿Cómo va a vivir este año esta celebración?

 Sobre todo, desde la gratitud, intentando acompañar en el desarrollo de actos y cultos, alentando, en la medida que pueda ser constructiva mi presencia, escuchando las inquietudes de nuestras hermandades y cofradías, acercándome a sus proyectos para apreciar el abrazo cercano de su trabajo, vivir junto a ellas el valor de la hermandad, alentando su responsabilidad en la evangelización. La intervención de los más jóvenes en sus filas es un motivo de gozo, pero también una preciosa oportunidad para hablarles de Evangelio, para ejercer una catequesis que les amplíe su campo de visión. Por lo demás procuraré seguir el ritmo habitual en mí en estas fechas, sobre todo, alentado por la normalización de la situación sanitaria. Celebrar los oficios litúrgicos es un primordial aliciente en estas fechas.

Totana Noticias