SU-PER PATRIMONIO Dedicado a la memoria de José María Rosa Gómez. (Artículo de José Munuera Lidón)
Recientemente tuvo lugar la presentación del cómic SU-PER PATRIMONIO, una idea original de José Antonio González Guerao llevada a cabo de manera brillante por los ilustradores totaneros Paula García y David Cánovas con la intervención de Alfonso Cánovas Muñoz. Se trata sin duda de un ejemplo a seguir para la difusión del patrimonio local acertadamente apoyado por nuestro Ayuntamiento.
De manera altruista, los autores de esta obra merecen nuestro reconocimiento por el gran trabajo realizado y mucho ánimo para profundizar en lo que sería una interesante serie de cómics sobre el patrimonio que atesora esta maravillosa ciudad, de cuya historia los totaneros somos depositarios, responsables de su conservación y compromisarios para su difusión.
Son muchas las cosas que merecerían asomar por SU-PER PARIMONIO para que sus cuatro protagonistas nos den a conocer lugares como el Casino de Totana, donde se llevó a cabo la presentación, la tradicional Romería de la Santa, el desaparecido colegio de San Buenaventura o el ineludible vinculo de Totana con el desarrollo de la agricultura en los albores del sedentarismo, vinculado a la existencia en nuestro término municipal de un paisaje único que sin duda tuvo que marcar la predilección del ser humano para habitar en estas tierras. Se trata de lo que hoy conocemos como “El Salar”. Aunque su único vestigio sea la desacertada finura con la que se puso nombre a nuestro polígono industrial de “El Saladar”.
Se trata de un paraje mucho más extenso de lo que hoy aparenta, situado entre Totana y Alhama, constituye ese vínculo con el ser humano que convirtió esta zona en uno de los primeros lugares de Europa donde la humanidad paso de ser nómada a sedentaria, desarrollando las bases de la sociedad que hoy conocemos, todo ello sustentado por una incipiente agricultura que se desarrolló entorno al humedal que existía en que lo hoy se conoce como “el Salar” pero que en tiempos remotos era un acuífero formado por aguas fósiles recogidas durante miles de años en Sierra Espuña y conducidas hasta el valle por las ramblas de Lebor, La Santa, Los Arcos La Sisquilla, Celada o el rio Espuña-Rambla del Molino, que la desparramaban por la gran planicie del Salar, donde se acumularon y con el paso del tiempo darían lugar a esa lámina de agua superficial propia de un acuífero colmatado, formando de ese modo el gran humedal del Salar cuyo nivel freático en muchos lugares afloraría hasta la superficie, como demuestran algunos topónimos que han sobrevivido hasta nuestros días: “El Balsón de Guillén” donde actualmente está Moyca, “Las Flotas”, “Hondales”, ”El Bosque”, “Los Derramadores”, “Los Charcos” o “La Ñorica” . Lugares donde hasta bien entrado el siglo pasado, el agua emergía de manera natural o se extraía a muy poca profundidad mediante “norias de sangre” movidas por un burro que daba vueltas haciendo girar una noria. La intervención humana construyendo “Sangraores” cuyos vestigios se pueden ver en el Km 634 de la A7 dirección Murcia, permitía drenar el agua del Salar conduciéndola cerca de donde hoy está el polígono industrial de Alhama, hacia el rio Guadalentín y reduciendo de ese modo las áreas inundadas, ampliando las zonas de cultivo y reduciendo al paludismo cuando se supo que esas fiebres las propagaban los mosquitos que proliferaban por zonas anegadas. Hasta que a mediados del siglo pasado aparecieron aquellas “bombas buzo”, unas electrobombas sumergibles que incrementaban el caudal y la profundidad a la que se podía sacar el agua, pasando de hacerlo superficialmente con norias a extraerla cada vez a mayor profundidad, llegando a superar los 200 m, mientras el gigantesco acuífero se desecaba por sobreexplotación y cultivos como el pimientos de bola, la cebolla babosa o la alfalfa totanera enriquecían la economía local, al tiempo que proliferaba la estampa de mujeres despezonando pimientos en los sequeros y el volumen de alfalfa cultivada era tan importante que se construyó la deshidratadora “Francísco Palao”. Sin contar que la simiente de alfalfa totanera era la más cotizada para su exportación a EEUU. Todo ello justo antes de la llegada del Trasvase a finales de los años 70, momento en el que se ampliaron los terrenos de regadío, cuando el acuífero del Salar estaba esquilmado y la explotación de los numerosos pozos que lo jalonaban era ruinosa, el agua estaba ya a una profundidad tal que el consumo energético era prohibitivo y la concentración de sales perjudicial para los cultivos.
Desde entonces, en solo 50 años la población Totanera se ha duplicado en gran medida gracias a la riqueza generada por el Trasvase del Tajo.
Quizás el paraje más significativo de nuestro patrimonio sea precisamente el más olvidado, nuestros campos del Salar, otrora jalonados de palmerales, sumidero de ramblas, vínculo de Totana con la agricultura y artífice del asentamiento humano que desde hace 4200 años habita estas tierras gracias a su fértil terreno, cuyo elevado nivel freático permitía cultivar la cebada necesaria para sustentar la gran población que habitaba la ciudad más importante de Europa Occidental durante el Calcolítico.
Podríamos decir que El Salar es la verdadera base sobre la que se levanta todo el SU-PER PATRIMONIO del que hoy podemos presumir, con la inusual peculiaridad de que sub-especies vegetales como la “Alfalfa Totanera” un ecotipo de alfalfa genéticamente diferenciado o la “Calabaza Totanera” pasean por el mundo el nombre de nuestra ciudad, siendo originarias de tierras donde además de la cebada cultivada en tiempos argáricos, durante la edad media se debió plantar ese trigo “candeal” del que los caballeros de la Orden de Santiago tenían a gala presumir cuando quienes en esos tiempos pasaban por sus dominios y probaban un pan tan blanco y sabroso elaborado con aquella harina que decían:
“En Totana se acaba el pan antes que la gana”.
José Munuera Lidón